Todo sucede como
si fuera ayer, memoria
desorbitada: juntos
en la verja indecisa
nos dijimos adiós
sin palabras. Más tarde
llegué a esta mesa en donde,
treinta años después,
Eurídice indeleble,
te canto como dice
Castillo en su poema
que cantó antaño Orfeo
a su amada enterrada
y soy feliz llorando.
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