Hay una minoría
que quedó tan golpeada
por la Peste, que sigue
recluida en su propio
hogar y que no logra
tomarse un colectivo
o tan sólo alejarse
tres cuadras más allá
del cubil. Pertenezco
a ese grupo, lisiado,
débil, medroso. Vivo
la pesadilla: lucho
cada jornada horrenda
contra una ubicua Muerte,
sino del corazón.
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