Llego al silencio. Caras conocidas:
en los estantes, libros
que descansan. Alguna vez hicieron
que me maravillase,
pero sólo por mera, displicente
disposición (abría
uno de ellos: soñaba). Ahora, en cambio,
escribo como quien
quiere fijar las cosas. No se escucha
nada más que la Noche...
Noche de la Ciudad: pasa un carrito
que muy pronto se pierde
sin rechistar. Recordatorio: no
estás solo en el mundo.
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